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El Teatro Chino

El Teatro Chino

La atribulada biografía de Manuela Fernández Pérez


Figuras de gran talla que triunfaron
después en la comedia y en el drama,
llegando a conseguir prestigio y fama
en cuantos escenarios actuaron.

Y de ellas y ellos muchos se formaron,
llegaron a curtirse al cien por cien
después de que iniciaran su camino,
en ese colosal Teatro Chino
que dirigía Manolita Chen.



(Joaquín Gómez de Segura)



I. Infancia y adolescencia

Manolita nació un lunes, 11 de abril de 1927 en el Puente de Vallecas. Su padre, Pedro Fernández Rueda, era un agricultor de la provincia de Cuenca que tras emigrar a Madrid, casó con Clementina Pérez Janeiro, una joven gallega que trabajaba como criada doméstica con la que tuvo cinco descendientes, siendo Manolita la tercera de ellos.

Manolita creció en Vallecas y pasó parte de la guerra civil española en El Picazo, el pueblo del padre. Desde muy temprana edad, Manolita comenzó a destacar cantando, bailando y tocando los palillos, por lo que sus padres decidieron matricularla a la edad de doce años en la academia de  Laura Navarro Álvarez, bailaora y bailarina, conocida mundialmente con el sobrenombre artístico de Laura Santelmo. Por aquellos días el padre de Manolita ya había conseguido trabajo como repartidor en la empresa de "Gaseosas La Revoltosa", en la que promocionaría hasta acabar siendo socio.

Circo Price en la PLaza del Rey, Madrid.
La niña estaba decidida a ser artista. Comenzó a trabajar en el ballet Las Charivaris del Teatro Circo Price, en el coliseo de la Plaza del Rey de Madrid, a inicios de los años cuarenta, y entonces, un contratista que buscaba nuevos talentos, se fijó en ella y le ofreció trabajar como "charivari" o bailarina, en el conjunto de chicas del célebre Circo Price, en la madrileña Plaza del Rey. Allí conoció al que, posteriormente, se convertiría en su marido, el jefe de la troupe circense "Che-Kiang", Chen Tse-Ping y a los hermanos de éste.

II. El casamiento

Chen Tse-Ping era un lanzador de cuchillos chino del que se rumoreó -falsamente- que había matado a su primera mujer en una velada de mala puntería. Chen, a quien rebautizaron castizamente como Chepín, había vivido en Francia y Alemania y formaba parte de la vistosa troupe Chekiang, denominada “Los hijos del Celeste Imperio”, un conjunto de acróbatas y malabaristas con acompañamiento de música chinesca. En su elenco figuraban fenómenos como Chen Yu-Ping, hermano de Chepín, cuya especialidad era colgarse del pelo. De hecho, en la ciudad de Valencia todavía habrá quien recuerde aquella vez que hizo su número en lo alto de un edificio de la actual plaza del Ayuntamiento.

En 1944, Chen Tse-Ping y Manuela Fernández Pérez se casaron en Madrid, en la parroquia de la novia, cerca de la calle Alonso Cano. Él tenía 41 años y ella, 17. Previamente, Manolita, había conseguido que "Chepín" accediese a la nacionalidad española, e incluso que se bautizase con el nombre de Jesús.

La jovencísima bailarina se metamorfoseó en Manolita Chen y se incorporó a la troupe Chekiang, uno de esos nombres fabulosos que convertían los programas de espectáculos de la época en nutritivo alimento para la fantasía: los chinos compartían escenario con los Olwar's, “excéntricos del trapecio”; con los caballos andaluces del profesor señor Manzano, con los siete tigres del Sahara, con los perritos sabios del profesor Sentis, con los “equilibristas antipodistas” del Trío Olimpia, con la bella caballista Adelina, con la muñeca asiática Merceditas Díaz o, en fin, con el eterno Tony Leblanc.


III. El Teatro Chino. Creación y auge

Tres años después, abandonaron el Teatro Circo Price para poner en marcha su gran proyecto con el respaldo y colaboración de ambas familias: el Teatro Chino, en el que Manolita abandonó las tareas secundarias -como colocarse ante los cuchillos de su marido, un cometido que la aterraba- y ascendió primero a vedette y luego a mito.

Por fin, en 1950 realizaron su primera tourné, y en ese mismo año nació su hija Mª Paz Chen Fernández, que adquirió, al igual que su madre Manolita, la doble nacionalidad, china y española, siendo su nombre chino Li-Mee Chen, que significa "flor de almendro"; si bien su padre, Chen Tse-Ping, ya había tenido un hijo de su primer matrimonio con la artista alemana Charlotte Wilsefaher, al que pusieron por nombre Lardie Chen.

Manolita y su marido recorrieron juntos todos los pueblos de la geografía ibérica en ferias y fiestas, principalmente, permaneciendo largas temporadas en ciudades como Sevilla, Málaga, Valencia o Madrid y compartiendo su cita anual con otras localidades. Ofrecían en su espectáculo toda clase de artes: cante y baile flamenco, números circenses, de revista, copla, magia, rapsodas, canción española, moderna, melódica, sketches, parodias... obteniendo notable éxito por donde quiera que fuese.


Un nombre que se bañaba en interminables bombillitas de colores y falso neón... ¡El circo de Manolita Chen! Daba exactamente igual el pueblo o el barrio en el que te encontraras. Cuando llegaba la semana de fiestas y se ocupaba la amplia explanada destinada a todo tipo de pseudoatracciones, uno podía estar seguro de una cosa: el mejor sitio sería para el circo de Manolita Chen. Nunca fallaban.

A lo largo de cuarenta temporadas, por el Circo Chino Chekiang, luego Teatro-Circo Chino y, finalmente, Teatro Chino de Manolita Chen pasaron artistas como: Antoñita Moreno, Arévalo, Bigote Arrocet, El Fary, Emilio el Moro, Fernando Esteso, Florinda Chico, Juanito Valderrama, Marifé de Triana, Pompoff, Thedy y Emig, Porrina de Badajoz, Rafael Farina, Perlita de Huelva, y un surtido número de maquietistas, acróbatas, transformistas, malabaristas, contorsionistas, magos e ilusionistas, recitadores, payasos, humoristas, bailarines, orquestas, vedettes y cantantes para todos los gustos.

IV. La oferta artística del Teatro Chino

María Felisa Martínez López, conocida artísticamente como Marifé de Triana, actuó entre 1950 y 1952 con la "troupe" de Teatro Chino de Manolita Chen, donde interpretaba los éxitos de las grandes estrellas de la copla del momento, entre ellas su admirada Juana Reina. Se incorporó en Melilla y de ahí saltaron a Tetuán, que fue su primera experiencia internacional. Estuvo en aquella compañía hasta que cumplió los dieciséis años. Llegó a actuar hasta en ocho funciones al día. A las cuatro de la tarde estaba en su camarín, lleno de tablas, y así continuaba hasta las cinco de la madrugada, con idas y venidas a la pista del teatro. Allí se curtió Marifé. Aprendió a superar el frío y el calor, los aplausos del público cuando venían, y también la indiferencia, a veces, de gentes a las que no les complacía el espectáculo.

Manolita Chen
Manolita fue una de las primeras vedettes que se operaron el pecho, y era una maestra del juego voluptuoso, experta en cargar de tensión sexual sus chotis y sus pasodobles. Por esa razón, el Teatro Chino destacó entre sus competidores, precisamente, por el atrevimiento a la hora de explotar el erotismo, lo que hizo de su propietario un pionero del destape.

El astuto Chen Tse-Ping supo dar ese “poco más” que el resto no tenía. Frente a las grandes revistas del Lido, trasposición de las que acogían los teatros de Madrid, el Chino siempre iba un poco más allá, a pesar de la censura.

En ocasiones, los artistas se veían obligados a librar una pelea cabezona con los censores, clasificados en dos tipos: unos reclamaban una función especial para ellos y otros se presentaban de improviso en el espectáculo, aunque era raro que ninguno llegase a ver el show en todo su alcance tentador. Cuando acudían por sorpresa, una bombilla roja alertaba de su presencia y las piernas de las bailarinas se cubrían en un momento de tupidas medias negras. Los censores siempre exigían pezoneras, muslos tapados, incluso prohibían palabras equívocas como “cachondeo”, pero después Chepín se las arreglaba para colar en su programa un “striptease” de evidentes resonancias lésbicas. Por ello, entre sus admiradores se contaba el cómico inglés BennyHill, uno de los grandes expertos mundiales en el negocio de destapar piel femenina, que en alguna ocasión describió el Teatro Chino como “un espectáculo fabuloso”.

El afamado Circo de Manolita Chen ofreció también una atracción estrella que se anunciaba con el nombre de La reolina del Ni: el enano más potente del siglo veinte. Nicomedes Expósito, conocido como el Ni poseía un apendículo sexual que rozaba la elefantiasis aunque, a diferencia de los que tienen este padecimiento, el miembro de este enano mantenía una firmeza y un desafío a la ley de la gravedad verdaderamente excepcionales. Tal era su consistencia que el Ni lo introducía en un orificio de la mesa del prestidigitador y, ayudándose con las manitas y los piececitos, daba vueltas sobre el eje carnal como un poseso. Los espectadores aplaudían y gritaban, y más de cinco señoras llegaron a desmayarse, a consecuencia del calor de la sala y de la falta de aire, según explicaron al reponerse.

En la sesión de madrugada, el orificio de la mesa se cambiaba por el de la domadora de tigres, pero Su Eminencia el Sr. Arzobispo de la diócesis de Sevilla, cuya jurisdicción llegaba hasta la margen derecha del río Guadalete, tomó cartas en el asunto y le hizo llegar a Manolita Chen que siguiera utilizando el tapete verde, si no quería tener que responder a las acusaciones de escándalo público, perversiones, desviaciones de la naturaleza y tratos demoníacos.

La Moderna, en Jerez de la Frontera
A pesar del convencimiento aparente de Su Eminencia, los tertulianos del café de La Moderna cruzaron apuestas sobre la utilización o no de prótesis por parte de Nicomedes, debate que el enano zanjó el último día dándose un pequeño corte en el glande del que brotó abundante sangre. Fue el delirio. El público aplaudía desaforadamente. Los jóvenes gritaban y daban vivas al Ni. A la domadora de tigres le dieron convulsiones epilépticas sobre el escenario y Manolita Chen debió salir al estrado para jurar por su santa madre que su circo no faltaría jamás en la Feria de Jerez. Y daba, sin parar, gracias a su querido público al que tanto debía, según ella.

V. Competidores y declive

Cartel del competidor Antonio Encinas
En 1962, estando el teatro ubicado en La Línea de la Concepción, hubo de suspender sus funciones debido a que allí se instaló otra carpa con el mismo nombre: Teatro Chino. Empresa Antonio Encinas. Lo que ocurrió fue que como Chen Tse-Ping no registró el nombre de su teatro, el popular empresario valenciano Antonio Encinas, propietario de la célebre tómbola "El Cubo", decidió crear otra carpa para hacer competencia a Chen Tse-Ping, de ahí que el artista chino cambiase el nombre de su carpa y la agraciase desde entonces con el nombre de su mujer, pasando a ser conocido el entoldado como Teatro chino de Manolita Chen.

La competencia entre ambas carpas fue realmente brutal, pese a que en el 14 de diciembre de 1962, un cortocircuito fuese la causa del incendio que terminó con la mayor parte del Teatro Chino de Antonio Encinas, ubicado por esos días en Valencia, en un solar situado en Arzobispo Mayoral, Cobertizo de San Pablo y Convento de San Francisco. Solo las sillas se salvaron del siniestro, que consumió el escenario y el vestuario. Y aunque no hubo problemas con el público, tres actores sufrieron quemaduras leves.

A finales de los setenta, Manolita se retiró a causa de un tumor en el oído, siendo operada de urgencia mientras se encontraba actuando en Salamanca. Desde entonces, sólo aparecería esporádicamente sobre el escenario y dedicaría sus tareas a la organización del espectáculo, ya que la dolencia del oído degeneró en parálisis facial.

Ya en los 80, en pleno declive de los teatros portátiles, la competencia empezó a anunciar a un travesti como Manolita Cheng. Se trataba de Manuel Saborido, un gaditano que había tenido éxito en el Paralelo barcelonés con el nombre artístico de La Bella Elena, y que en tiempos más recientes ha aparecido profusamente en los medios por su pionera adopción de una niña y por acusaciones de tráfico de drogas. En aquellas noticias se le identificaba siempre como Manolita Chen, famosa artista, y la memoria colectiva acabó combinando ambas identidades en un “frankenstein” extraño, con la carrera de la auténtica Manolita y la identidad sexual y los problemas con la ley de la falsa.

Todo ello precipitó que el Teatro Chino de Manolita Chen se desmontase tras la temporada 1986, en la que los números fuertes habían corrido a cargo de los Hermanos Calatrava y la Hermanas Hurtado.

En 1997, murió en Sevilla el empresario y artista circense Chen Tse-Ping, a los 94 años de edad, a causa de una subida de azúcar, y desde 2012, Manolita Chen, octogenaria, vivió en una residencia de ancianos en Espartinas (Sevilla), hasta su fallecimiento en la madrugada del lunes 9 de enero de 2017. Solo acudieron siete personas a su entierro. D.E.P.


Fernando Esteso acompañó a Manolita Chen, con su hija Mª Paz Chen y el nieto de aquélla, Javier Cano Chen el 23 de abril de 2012, en la celebración de los 30 años del Teatro Chino.


Para más información véase el blog de Juan José Montijano Ruiz, Doctor en Filología Española por la Universidad de Granada, especialista en teatro de humor contemporáneo, regidor de escena por la Asociación Española de Enseñanzas Técnico-Profesionales y profesor de Literatura en el Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada.


1 comentaris :

Ramón Nonato ha dit...

Si, como parece, solamente acudieron siete personas al entierro de la gran Manolita Chen es porque el mundo del espectáculo de variedades está poblado por desagradecidos, olvidadizos o pobres de solemnidad que gastaron todo cuanto habían ganado en los buenos tiempos de manera atolondrada sin hacer caso a aquella certera máxima que en las huchas de lata decía: "Ahorra en tu juventud el pan para tu vejez"
Tristísima despedida pues la de Manolita Chen, la guapísima y sexy vedette de la España más casposa y timorata que se haya conocido jamás. Sus teóricos por lo visto también pasaron de ella mientras contemplaban sus tesis y los documentales que tan bonitos les quedaron...

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