Busque el amable lector entre diccionarios,
glosas y etimologías el significado de las dos palabras que nos ocupan que no
le resultará difícil.
Luego imagine que, sin verlo ni comerlo, se
halla en cualquier templo del ostentoso mal gusto como por ejemplo el domicilio
particular de Donald Trump. En pocos minutos usted quedará epatado.
En un
pis-pas puede quedar uno epatado y en ese mismo lapso el epatador satisfecho, así
que la taumaturgia ahí termina y el epatado se marcha tranquilo
porque el efecto pasa pronto; al contrario de lo que sucede con el síndrome de
Stendhal; pero, claro, el epatador no da para tanto.
Ahora imagine el lector que se ve metido en
un predio ameno, bajo un emparrado por ejemplo y recibiendo la fresca brisa marina
mientras, sin prisa, se ocupan de su bienestar sin fuegos artificiales o
zalemas desmedidas. Ahí está usted atalantado sin percatarse casi porque el
atalantador, que es muy inteligente, procura que no se note.
El atalantado también se marcha tranquilo pero con una placida sensación que no sabe de donde ha salido.
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